Babilonia

En Mesopotamia, todo comienza en­tre el Tigris y el Eufrates, bajo una latitud propicia a la agricultura, a las manifestaciones de las estaciones (al­rededor de los 30° de latitud Norte) y a la observación del cielo.
Entre el VI y el 1º milenio antes de nuestra era, el país se encuentra repartido entre Sumeria al sur y Acadia al norte. Las inscripciones en arcilla con cañas ta­lladas (abundantes en esta región fluvial) pasan a ser, de ayuda-memoria prácticos y concretos, a una verdadera escritura llamada «cuneiforme», de base fonética. Invención fundamental de los sumerios, recogida por los acadios que dominan luego Sumeria, esta escritura iba a ser la del reino de Babilonia a partir del segundo milenio a.C. Conservada y desarrollada por una elite aristocrática, confiere a ésta gran poder y privilegio, como sucedió también en Egipto.
Pero 10 importante en 10 que nos ocupa, es que es­tos aristócratas letrados desarrollaron una extraordinaria tradición de observación Y conservación de los documentos más diversos y de hechos de toda indole, incluidos los relativos al cielo. La primera tablilla astronómica hallada data del siglo VIII antes de nuestra era. Una tablilla describe todos los eclipses lunares que se produjeron en Babilonia entre el reinado de Nabonasser y el año 317 a.C., o sea durante 400 aftoso Ciertas tablillas reflejan observaciones co­tidianas y son, por tanto, efemérides astronómicas. Se encuentran en gran cantidad a partir del siglo IV, y en ellas Se aprecia una objetividad señalada por notacio­nes como: «Nublado, no he podido observar», en lu­gar de una cifra. A la vez que se apuntan estas obser­vaciones metódicas, se desarrolla una astronomía ma­temática sumamente compleja. Sabemos también que los «zigurats», grandes edificios coronados por una torre, permitían el trabajo de los astrónomos (Babilo­nia, siglos VII-VI a.C).
Después del movimiento diurno y de las fases de la Luna, los astrónomos determinan los puntos cardinales y siguen la marcha del Sol entre las constelaciones de estrellas. Identifican los 5 planetas (astros errantes) visibles a simple vista: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, después de haber duplicado a los dos primeros a causa de su posición a veces matutina, a veces vespertina.
A cada astro se le atribuyen dioses. El dios lunar Sin, reina sobre la vegetación, los meses, los años, los días y el destino de los hombres. El dios solar Shamash es el amo de la vida, el señor de la justicia. Ishtar, dios del amor, corresponde a Venus. Los otros astros, fijos o errantes, son los «bibbus» o carneros, unos domesticados (estrellas fijas), los otros errantes o salvajes (plane­tas). Entre los segundos, la «estrella blanca» (Júpiter) es el creador de Mardukvdios protector de Babilonia. Su hijo y compañero Nabu es reconocido como Mercu­rio: es el dios que lleva el estilete de las tablillas del destino, el dios de las ciencias. Marte es Nergal, dios de los infiernos y de las armas, gafe de inquietante bri­llo rojo. Saturno, cuya marcha lenta es registrada, se asimila a un viejo Sol fatigado, Ninib, el estable, astro de la justicia y el orden.
Así pues, en esta religión politeísta babilónica aparecen claramente todas las simbologías astrológicas. Se han estudiado los presagios (4000 tablillas de presagios en la colección del rey Asurbanipal, 669-626 a.C) sin que se puedan determinar realmente los méto­dos empleados. También es posible alejar los peligros mediante sacrificios o ritos: en Babilonia no existe la creencia en un destino inevitable. Los «‘oráculos» ce­lestes conciernen a la Luna, el Sol, los eclipses, los meteoros, el trueno, la lluvia. Se ha encontrado una compilación de oráculos muy importantes referidos a los temas más variados: fantasmas, demonios, cons­trucción de casas, ruidos, inundaciones, animales, pozos, etc. Hay predicciones que atañen a acontecimientos públicos: muerte de un rey, invasión de un territorio, calidad de las cosechas, hambrunas, epidemias, lluvias (el buen tiempo, que es lo habitual, nunca se menciona).
Los primeros calendarios mesopotámicos se cons­truyen conciliando días, lunaciones y años. Compren­den 12 meses que comienzan con la primavera.
El día está dividido en 12 partes iguales de una ho­ra doble, dividida en 60 dobles minutos según el cálcu­lo sexagesimal adoptado aquí por vez primera y que más tarde se impondría en todas partes.
El círculo graduado se divide en 12 partes iguales y el primer zodíaco descubierto está fechado en 419 a.e. El punto de partida de los signos del zodíaco es una es­trella fija brillante (y no el punto vernal de la actualidad = zodíaco trópico); se trata, pues, de un zodíaco sideral (véase, en el capítulo 1, el paso del uno al otro en razón de la precesión de los equinoccios).

Los orígenes de los signos del zodíaco

Resumimos en la forma siguiente lo que se puede reconstruir de los 12 signos del zodíaco en esta época.
– Aries: los antiguos pueblos pastores, los criadores de pequeño ganado, ven una correspondencia entre el retomo de la primavera, la transformación de la Tierra y la proliferación de rebaños.
– Tauro: este signo provendría de los criadores de ganado mayor de Asia Menor. Ciertamente muy antiguo, habría estado ligado al culto solar introducido por los sumerios procedentes del Este. Se encontró en sellos la representación de Tauro y Escorpio: a los 3000 años a.C., el Sol salía en la constelación del mismo nombre el 21 de marzo y se ponía en otoño en Escorpio.
– Géminis: este nombre se encuentra en antiguos textos cuneiformes. De dragón bicéfalo para los semitas del Norte, se convierte en dos hombres, no se sabe bajo qué influencia.
– Cáncer: primero cabezas juntas de un dragón macho con cabeza de buitre y de una hembra con cabeza de león, se convierten luego en la imagen de un cangrejo.
– Leo: en antiguos frisos de Babilonia el león adopta a menudo la forma de un demonio. Pasa a ser león como animal real, símbolo de los soberanos que reinan sobre la Mesopotamia. Tal vez hubo una asimilación entre el poder real y el del Sol en el apogeo de su fuerza.
– Virgo: vemos en este signo un vestigio del con­cepto matriarcal que dominó durante largo tiempo en el mundo mediterráneo preindoeuropeo, desde España hasta el Eúfrates. La diosa de la fecundidad se transfor­ma en una Virgen, adorada bajo el nombre de Ishtar por las mujeres de Babilonia.
– Libra: se trataría de un signo reciente, pues la epopeya de Gilgamesh (escrita por los antiguos sumerios y de la que se han hallado numerosos fragmentos) no lo menciona. Correspondería primero al «sostenedor de Balanza» que representa al mercader de las primeras grandes ciudades de Mesopotamia.
– Escorpio: el escorpión fue un animal muy temido en Babilonia, pues los anales citan muertes reales provocadas por su picadura. En los valles de Acadia se le denomina Girtab, el que pica.
– Sagitario: los babilonios lo representan como un signo híbrido, dotado de cierta majestad. Los griegos lo transformaran en Centauro.
– Capricornio: en Mesopotamia se trata de un ser doble, una especie de pez-cabra temido. Los griegos lo convertirán en una simple cabra más benévola, correspondiente a las pedregosas soledades del país.
– Acuario: en Babilonia se lo representa bajo la forma de un hombre arrodillado volcando la lluvia de una urna. Más tarde será el portador del ánfora que trae las inundaciones.
– Piscis: se relaciona con los pescadores del Eufrates y el Tigris, quienes habrían encontrado corres­pondencias entre esta constelación celeste y la época de la freza en los ríos.
Este zodíaco aparece ya en la tablilla de Cambises (siglo VI antes de nuestra era).

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