La astrología helenística

No hay ningún rastro de astrología en la Grecia arcaica ni en la de Pericles. La astrología parece surgir sólo en el período helenístico, vinculada con las conquistas de Alejandro Magno.
Entre la llegada a Grecia del primer astrólogo «caldeo» término con el que pasó a designarse a Babilonia y su región de influencia, Beroso, en 330 a.C., y la redacción del Tetrabiblos en Alejandría, por Ptolomeo, en 140 después de Cristo, transcurren casi cinco siglos en los que se preservan las tradiciones, se afinan las técnicas, sin que podamos determinar etapas en forma precisa. Se formó entonces ciertamente un terreno propicio, alimentado por los aportes egipcios, orientales y griegos. A juicio de muchos historiadores, la astrología es «el resultado típico del cruce entre la ciencia astral oriental, la sabiduría de los templos egipcios, la astronomía babilónica, la matemática y la filosofía naturalista griegas».

El aporte egipcio

En el Egipto de los faraones existe la creencia en un destino ineludible. Se cuenta que rodean a Maát e Isis siete sacerdotisas, las Hathors, que se inclinan sobre la cuna de un recién nacido para anun­ciarle’ su destino en presencia de un dios-escriba. Las sie­te Hathors prefiguran la astrología genetlíaca griega con sus planetas y dioses. Se cita bajo el nombre de «salmes­koiniaké», un antiquísimo tratado de esta astrología grecoegipcia. La astrología egipcia se enseña únicamente en los templos, y la averiguación del destino al nacimiento favorece tan sólo a los privilegiados, reyes o sacerdotes. Los sacerdotes especialistas son llamados horoscopái ( los que observan la hora), encargados primero de medir el tiempo y posteriormente astrólogos oficiales.

Aporte de la Grecia antigua

Es bien conocida la expansión de las ciencias en la Grecia antigua. Nos basta mencionar a algunos astrónomos matemáticos filósofos precursores del gran desarrollo ulterior de la as­trología, que se modeló sobre sus concepciones.
Una tradición de astrónomos eruditos se remonta a la escuela de Mileto, desde Tales (640 a 548 a.C.) hasta Anaxímenes, para quien «el hombre es semejante al mundo como la parte lo es al todo». Pitágoras (siglo VI a.C.) y sus discípulos anuncian los elementos racionales del estudio geométrico del cielo natal según el adagio frecuentamente citado: «¿Qué es lo más sabio?: el número; ¿qué es lo más bello?: la armonía». Estas concepciones permitirán la elaboración de los aspectos «maléficos» y «benéficos» entre los planetas. Empédocles (490 a 420 a.Ci) de Agrigento aporta la concepción de los 4 elementos fundamentales del mundo: fuego, tierra, aire y agua, que posteriormente serán fácilmente asociados con los 12 signos zodiacales. Aristóteles, preceptor de Alejandro Magno, determina la naturaleza de estos 4 elementos de Empédocles: el fuego es «caliente y seco», la tierra «fría y seca», el aire «húmedo y caliente» y el agua «húmeda y fría», condición que algunos integrarán en los signos del zodíaco. Con Empédocles se elabora también una concepción inteligible de la influencia de los astros, pues, para él, la luz es «una emisión de efluvios que nos llegan tras haberse des­prendido del cuerpo luminoso». Hip6crates (460 a 377 a.C) se interesa en los cielos estacionales de las enfermedades y describe 4 temperamentos: bilioso, nervioso, sanguíneo y linfático, que se corresponden con los 4 elementos de Ernpédocles, raíz de la primera tipología humana. Por último, el gran filósofo Platón no deja de tener influencia en el futuro desarrollo de la astrología, puesto que, para él, toda la naturaleza es pensamiento e inteligencia.
En resumen, todo el «genio griego», científico y racional, va a inducir un nuevo nacimiento en la tradición, secular de la astrología caldeo-babilónica.

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